Adrián Ferrero

Gela Kalaitzidis )
Después de haber sido siempre lector de literatura infantil, de haberla enseñado en escuelas primarias, de haber escrito y publicado cuentos infantiles, de habérsela leído a mi hija, de haber realizado entrevistas a autoras argentinas para un libro, más tarde de haber profundizado en ella en ámbitos académicos y colaborar con medios de periodismo cultural o especializados en este campo de estudios, me he encontrado con un fenómeno recurrente. Todas las personas quienes nos hemos abocado a un estudio o cultivo más o menos sistemático de la así llamada literatura infantil nos hallamos ante un desconcierto. Por un lado un gran interés del público infantil por ella, de sus familiares en que la lean, pero de una contundente indiferencia de parte de quienes habitualmente son lectores adultos. A ello sumo una alarmante ausencia o evidentes limitaciones de marcos institucionales no solo académicos, en los cuales realizar tareas de investigación o publicaciones serias de sus resultados (si bien eso se ha ido de modo lento revirtiendo). Igualmente el periodismo cultural, salvo excepciones, no manifiesta la menor voluntad por darla a conocer ni divulgar sus novedades bibliográficas a través de reseñas.
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