Divagación sobre los clásicos

Teódulo López Meléndez

Es obvia entre los privilegiados que leen libros una tendencia hacia los clásicos. La primera conclusión que me viene a la mente es que ello constituye una advertencia a la literatura actual. Tal vez se busca en los clásicos lo que no se encuentra en los libros de hoy: la percepción inmediata de encontrarse frente a cualquier cosa que contraseña una época y la enriquece. Nuestra literatura está dominada por lo efímero. No se puede decir que ésta sea una enfermedad incurable, dado que siempre han existido épocas de decadencia. Cuando aparece un libro importante y significativo, los lectores vuelven a darse cuenta que existe la literatura contemporánea.

Puede que la vuelta a los clásicos sea una renuncia a la obligación de sumergirse en el propio tiempo. Bien se puede decir que se les lee en espera de que la literatura de hoy alcance a producir nuevos clásicos. Otras razones, obviamente, influyen. Tenemos la estupidez conceptual de los editores lanzados a la búsqueda del best-seller -con un paralelo desprecio por lo auténtico-, lo que obliga a buscar valores estables y universalmente reconocidos. No olvidemos, tampoco, que asistimos a lo que se ha dado en llamar “la muerte de las ideologías”, esto es, la crisis de las certezas y de los valores. Así, este retorno que nos ocupa, bien puede considerarse como un repensamiento crítico del presente a la luz de obras, textos y cultura, a los cuales el término mismo de clásicos da prestigio y permanente validez. Tal vez sea que las vanguardias llegaron al punto de hacer mirar hacia atrás, cosa que, por lo demás, no ocurre por primera vez.

El pensar en un posible sentido reaccionario en esta lectura, me parece impropio. No se trata de mirar a los clásicos como fósiles, sino de concebir la cultura clásica como un eficaz reactivo en nuestras propias culturas y actualidad, no sólo para comprender mejor a aquellos, sino a nuestro propio hoy, para enriquecer nuestras perspectivas. No olvidemos -jamás lo hagamos cuanto los clásicos nos pueden enseñar en estilo.

Un clásico es, en propiedad, aquel que obliga a lecturas sin fin. Tal vez lo sea aquel que se ha convertido en parte de nuestra propia memoria y de nuestro modo de expresarnos y actuar. Cada época los ha leído a su manera, ha buceado en procura de algo particular y propio. Quizás hoy lo que buscamos sea un antídoto contra la despersonalización de nuestro tiempo: así, nos ayudarían a cultivar la identidad individual. En un mundo de robots y automatización son una fuga de lo contingente hacia el refugio en lo absoluto. No olvidemos que un clásico es siempre un maestro de la guerra contra el tiempo.

No es clásico sólo lo bueno o arcaico o lo verificado históricamente. Es necesario repetir algunos lugares comunes, no por ello menos verdaderos. En los clásicos se encuentran aspectos constantes, universales, de la historia y la naturaleza humana; ellos dan una interpretación a los grandes problemas de la existencia, interpretación decantada y sublimada por la distancia. La intensidad que los ha salvado del olvido ha dado trascendencia a su visión del mundo. Finalmente, sólo a través de la experiencia del pasado se puede verdaderamente conocer el presente.

En culturas clásicas por antonomasia, la griega y la latina, el mito participa, simultáneamente, de las dimensiones religiosa  y literaria. Los griegos no tenían una religión revelada ni libros sagrados, pero tomaban empuje de los dioses que veneraban para crear obras maestras de la literatura. En este caso, la religión se hizo literatura sin pasar por la transición de los libros sagrados. Los griegos, creyendo, o no creyendo tanto, en sus dioses, amándolos y respetándolos, los trataban, no obstante, con gran libertad. Existe en nuestro mundo un anhelo de lo sagrado, tal vez porque las instituciones no son capaces de satisfacer a nadie.

Un clásico significa el reencuentro con los sentimientos esenciales del hombre. Debemos preguntarnos también cómo este hombre se pone en relación con el pasado. Encontramos modos diferentes de concebir el tiempo. (Esta es una verdad clara que podemos precisar, ahora en nuestra historia reciente, en casos como el del Sha de Irán, a quien occidente ha pretendido otorgarle el mérito de querer “modernizar” su país). Pero lo que nos interesa decir es que nuestra época está caracterizada por la innovación, por la invención y la flexibilidad. Sócrates es enviado a la muerte por desviar a los jóvenes, con la novedad, de las antiguas buenas costumbres. No olvidemos, tampoco, que esta categoría  de clásico es una creación de nuestro mundo. La historia de occidente se puede leer en la clave de la polaridad antiguo-moderno.

Acerca de latintainvisible

Docente. Poeta. Narrador. Ensayista. Articulista. Especialista en literatura infantil.
Esta entrada fue publicada en Ensayo, Escritura, Lectura, Libro, Literatura y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario