Leer: verbo defectivo (*)

Humberto González G.

La lectora. Harry Wilson Watrous (1857-1940), estadounidense.

Cierta vez leía Don Quijote de La Mancha mientras hacía una de esas interminables colas que serpentean en las oficinas de algún banco, la persona que estaba detrás interrumpió nuestra lectura con un pronunciamiento fulminante: “Quién se haya leído el Quijote es una persona culta.” Inmediatamente me vino a la memoria una de las tan inolvidables clases del profesor Oscar Sambrano Urdaneta en el Pedagógico de Caracas en la cual nos dijo: “Hay tantos Quijotes como personas que lo han leído, y si ustedes se leen el Quijote dos veces, para ustedes habrá dos quijotes” El recuerdo de esta última afirmación nos reforzó la conciencia de lo personal, lo individual del acto de leer, como si los libros que hemos disfrutado y que cargamos en nuestras alforjas fueran unas especies de númenes que van variando con nosotros, que van amoldándose a nuestras nuevas realidades y a nuestra nuevas conciencias, a medida que vamos transitando el camino, a medida que vamos evolucionando en un devenir perpetuo.

Pero en ningún momento me sentí más culto o menos culto que nadie, así el otro no haya leído nunca el Quijote o lo haya hecho veinte veces. Don Quijote de La Mancha es simplemente un ícono más de la literatura. Un ícono, eso sí, que ha tenido la suerte buena o mala, de aparecer en todos los programas y libros-textos de bachillerato en la categoría de tótem sagrado y lectura obligatoria.

Gabriel García Márquez es otro ícono que también ha sufrido los embates de los programas oficiales de literatura y otras plagas egipcias. ¿Cuántos estudiantes de educación media se han visto obligados a leer “Cien años de Soledad” como quien se toma una pócima detestable, cuando a lo mejor si lo hubiéramos entusiasmado, si lo hubiéramos enamorado hacia la lectura esa o de cualquier otra novela, hubiéramos logrado una mejor cosecha. Pero resulta que el Gabo es “El creador de la novela latinoamericana contemporánea” “El padre de la novela hispanoamericana actual” “El Dios de nuestra novelística” y otras frases rimbombantes y vacías. ¿Cuántas candidatas a “Mis Loquesea” han respondido que García Márquez es su escritor favorito? Como si se tratara de escoger el helado favorito.

Pero veamos lo que dice García Márquez de Don Quijote: “…En cambio, mi lectura del Quijote me pareció siempre un capítulo aparte, porque no me causó la conmoción prevista por el maestro Casalins. Me aburrían las peroratas sabias del caballero andante y no me hacían la menor gracia las burradas del escudero, hasta el extremo de pensar que no era el mismo libro de que tanto se hablaba. Sin embargo, me dije que un maestro tan sabio como

Espera en la biblioteca. Harry Wilson Watrous

el nuestro no podía equivocarse y me esforcé por tragármelo como un purgante a cucharadas. Hice otra tentativa en el bachillerato, donde tuve que estudiarlo como materia obligatoria, y lo aborrecí sin remedio, hasta que un amigo me aconsejó que lo pusiera en la repisa del inodoro y tratara de leerlo mientras cumplía con mis deberes cotidianos. Sólo así lo descubrí…” (García Márquez, Gabriel: Vivir para Contarla. Pág. 147)

Aún cuando García Márquez, según él mismo lo dice en sus citadas memorias, al final terminó reconociendo la valía del quijote, su experiencia parece demostrar que la lectura tampoco funciona cuando nos la auto-obligamos. La ironía reside en que a él, que vivió en carne propia la angustia de la lectura obligatoria aún siendo desde joven un lector impenitente, ahora lo hemos convertido en una penitencia para muchos jóvenes al obligarlos a leer sus novelas en lugar de ponérselas en las manos y motivarlos a que las lean.

Pensemos en la lectura en las aulas de los liceos y colegios. Habría que definir claramente qué es lo que se pretende con las clases de literatura, cuál es el objetivo “más general de todos los generales”, qué es lo que queremos lograr con esas horas semanales que le dedicamos a la literatura: ¿Qué el estudiante memorice una serie de conocimientos teóricos acerca de ciertas corrientes literarias, ciertos autores o ciertas obras? ¿Qué esté en capacidad de hacerle una autopsia a una obra artística, extrayendo y explicando metáforas, indicando símiles, poniéndoles etiquetas a personajes y colocándolos en cajitas por orden de importancia? ¿Qué podemos hacer por esos muchachos, que le sirva para sus vidas? ¿Qué puede hacer la literatura por su formación como ciudadanos integrales?

Muchas preguntas y, seguramente, muchísimas respuestas; pero nos gustaría centrarnos en la última: ¿Qué le puede aportar la literatura a los estudiantes? Varias cosas. La primera que vamos a señalar es que la literatura los adiestra en la lectura, los enseña a leer por medio del simple hecho de hacerlo, los entrena como lectores. Tuvimos la oportunidad de conocer el caso de una profesional universitaria, economista según recordamos, que logró graduarse gracias a Corín Tellado. Ella misma nos contó su caso: nació y estudió en un pueblo no muy desarrollado de nuestra geografía y cuando terminó su bachillerato se trasladó a Maracaibo a estudiar en la Universidad del Zulia, junto con dos compañeras que estaban básicamente en la misma situación.

La Biblioteca de Babel. Zdravco Ducmelic (1923-1989), croata nacionalizado argentino.

Al principio a las tres les costó muchísimo el estudio porque, según nos indicó, eran numerosos los vacíos que llevaban en su arsenal intelectual, eran muchas las carencias que tenían que superar para salir triunfales en su intento, porque además de hacer las lecturas que les exigía su carrera universitaria, tenían también que efectuar las que les permitiera superar su déficit cognitivo. Nos cuenta nuestra estimada amiga que ella desde jovencita era fanática de las novelas de amor estilo Corín Tellado, las cuales se leía de una manera frenética y que, en consecuencia, estaba habituada a pasar horas seguidas leyendo, era una lectora entrenada, y esto hizo que la carga y el esfuerzo para emparejarse en sus estudio le fuera mucho más leve que a sus compañeras, las cuales terminaron abandonando sus estudios. Si a nuestra amiga economista la hubieran obligado a leer “La Ilíada”, por ejemplo, seguramente le hubiera sido de mayor provecho cultural, pero… ¿La hubiera leído? Pensamos que lo ideal es que el joven escoja una lectura muy nutritiva, es verdad, pero ante todo una lectura que le plazca. ¿Existirá un registro de los que comenzamos a leer con las novelas rosa, las de vaqueros, los libros resumidos del Reader Digest, y más modernamente, con Harry Potter, para luego pasar a otro tipo de lectura más nutritivas y elaboradas?

Hay que acompañar a Aquiles Nazoa, ese eterno enamorado de la lectura, que llegó a convertirse en uno de los venezolanos de cultura más amplia y profunda en la Venezuela del siglo XX a fuerza de pura lectura, cuando dice:

Culebras de Ayer y de hoy (Fragmento)

… ¡La novela por entregas,/el terrible culebrón,/ los llorosos enredijos/ que se arman sin son ni ton!/ Culebrones que si entonces/ eran tan malos como hoy,/al menos una ventaja/ tenían a su favor,/ y es que con ellos fue mucho/ el que a leer aprendió,/ mientras que los de hoy no cumplen/ ni esa modesta misión;/ que hoy cualquier analfabeta/ seguir puede un culebrón/ con solo estirar tres dedos y darle vuelta al botón./ Humor y Amor. Pag. 281. 7ª edición. 1979

 En una oportunidad le oí aseverar a una educadora venezolana de reconocida y bien ganada fama que “las tres cosas más importantes o necesarias que la escuela le debe aportar a nuestros muchachos son la lectura, la aritmética y los valores, lo demás lo pueden lograr después”. Y aquí hace su aparición el segundo aporte importantísimo que le puede dejar la literatura a los estudiantes: un mapa de comportamiento, valores. Pero para eso tenemos que separarnos al menos un poco del estudio de la literatura por la literatura misma olvidarnos de síntesis argumental, personajes principales y secundarios, ambiente psicológico y físico. Pienso que debemos salirnos mentalmente del aula de clases (y ojalá pudiéramos hacerlo físicamente) pensar que estamos en un centro comercial, que somos un grupo de amigos sentados en una mesa conversando libremente de la película que acabamos de ver.

Nosotros, los docentes, debemos dejar de ser “los docentes” en esos momentos, y convertirnos en uno más de los participantes, y procurar que los participantes en lugar de describir, opinen. Sustituir el “nombra y explica tres características psicológicas del personaje principal” por algo así como “¿Y cómo te parece la forma como enfrentó su crisis…?” Pensamos que no se trata de hacer cinco preguntas que valgan 4 puntos cada una, sino de lanzar expresiones no importa si interrogativas, dubitativas o afirmativas, pero que espoleen la curiosidad de los participantes, que los hagan sentir que lo que están conversando tiene mucho que ver con ellos, no obligarlos a participar en un interrogatorio, sino hacer que ellos se sientan partícipes de lo que esté ocurriendo.

La tercera cosa que deseamos resaltar entre las muchas que la lectura le puede aportar a los jóvenes es el placer de leer. Así de simple. Cuando una persona de la edad que sea aborda una obra artística de cualquier tipo, la disfruta y la asume como una experiencia placentera entra en comunión con lo más interno de su ser que es, a la vez, lo más supremo de espiritualidad universal.

Pero si me obligas a leer me quitas las ganas de hacerlo. El carácter defectivo del verbo leer no se lo da la carencia sino la inconveniencia del modo imperativo.

(*) Verbo defectivo. 1. m. Gram. Aquel que no se usa en todos los modos, tiempos o personas. (Diccionario R. A. E.)

Acerca de latintainvisible

Docente. Poeta. Narrador. Ensayista. Articulista. Especialista en literatura infantil.
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2 respuestas a Leer: verbo defectivo (*)

  1. Lin dijo:

    Me encantó este artículo, José Gregorio.
    Coincido plenamente en lo que argumentas.
    Hace tiempo dejé de preguntar para compartir la experiencia de leer con los niños y jóvenes y, de verdad, el giro es tan bueno que ni hace falta ya inducir preguntas, porque solitos empiezan a contar y opinar… igualito que cuando salimos del cine y nos ha gustado la película.
    Gracias por compartirlo.

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  2. Roberto Hernández Montoya dijo:

    Excelente. Pienso así desde que comencé a leer… rhernand2012@me.com

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